SIMPLEMENTE YO

EL UNO DE ABRIL DE MIL NOVECIENTOS SESENTA Y NUEVE EMPEZO TODO...



viernes, 28 de octubre de 2011

La manera de nacer no se puede elegir, pero si la de morir

El hilo conductor de la infancia perdida se rompió, un 24 de enero de 1997...
 El enero se caracterizaba por fuertes heladas nocturnas y despertares de sueños invernales. Aletargado por el frio intenso realice mi camino rutinario. Un café caliente y recibir a los primeros clientes; acciones cotidianas. El teléfono sonó como cada mañana. Una voz de malas noticias, me comunicaba… la abuela se apaga, se apaga... Los clientes absortos por las noticias, y el humo de cigarros mañaneros, presencian mis lágrimas acompañadas de un gemido reprimido.
La manera de nacer no se puede elegir, pero si la de morir. Mi abuela María eligió morir, como vivió; en silencio. Se marcho, bajo el amparo del sueño invernal, entre cuatro paredes extrañas, una mañana de tristeza infinita.
Los recuerdos vienen a mi memoria, buscando  en los cajones de casa de mis padres, en las visitas a la comida caliente. Busco objetos de infancia, revistas de adolescencia, notas de clase y fotos que me dicen… ese tipo eres tú mismo.
 Hace poco encontré, el libro de familia de mi abuelo Atanasio; destartalado, con sello de municipio y precio oficial, de 6 pesetas. Ojearlo es trasportarte a días, fechas y tiempo de hechos acaecidos…
Leí…
 Matrimonio celebrado el día 28 de diciembre de mil novecientos veintinueve entre Atanasio González Navarro y María Martínez Navarro…  “según me cuentan el vestido de novia, se lo trajo mi abuelo de Tetuán, donde hizo el servicio militar”…
Descubro los nombres de mis tíos, no conocidos… Amparo, fallecida el día 3 de marzo de 1956 a la edad de 26 años…, Eusebio Mauricio, fallecido el día 23 de agosto del año 1934 a la edad de 2 años… y fechas de nacimiento de  conocidos.. Faustino, Agustín, Atanasio, Mauricio, Oliva (mi madre) y Celia Eufrasia, nombres de Santoral, hijos todos nacidos en Pozo Seco, provincia de Cuenca.
 El libro de la familia adornado por letras escritas de impoluta caligrafía, contiene instrucciones de juzgados y sellos de ministerios. Hojas de matrimonio, fallecimientos y declaraciones juradas. Una vida entera de amor, momentos felices, dolor y sufrimiento, todo ello en unas hojas marchitas, de papel envejecido.
Pero la tristeza me embarga, cuando paso las hojas, y a la tercera, descubro en letras mayúsculas sin corazón, el cuño contemporáneo.  Me  indica, el día y el lugar, donde perdí; el beso en la frente, el eterno consentimiento, y el calor del abrazo por manos pintadas de pecas…
Sumergido en los recuerdos que dejan el paso de los años,  lamento todo el tiempo, que no hubiera otro final… un beso, un adiós, un abrazo…
Mi abuela se marcho serena y tranquila.
En silencio, como ella eligió…



lunes, 17 de octubre de 2011

Como echo de menos ser un niño

La noche era festiva. Los mayores reunidos bajo la luz de las bombillas desnudas, y velas de llamas flotantes, murmuraban entre rezos y rosarios de hilos y cuentas.

Las sillas de estera, cojas por los guijarros apelmazados del porche, sucumbían por el peso de los hombres. Las mujeres al fondo, repetían oraciones y misterios, rodeando  una caja de madera pobre, adornado por un crucifijo de metal ocre.

Yo corría y jugaba sin que nadie me prestara la menor atención. De vez en cuando, divisaba la mirada amenazante de mi abuela.
Era demasiado tarde.

Mis amigos no jugaban, y vestían de domingo sin lustre. Sentados en un rincón apartado, me miraban con ojos fustrantes. Los abrían castigado pensaba. En una de aquellas me acerque sigilosamente, y al mayor de los tres le pregunte: que habéis hecho, estáis castigados??
Me miro entre incrédulo y alicaído, y dijo;
 No!! Se ha muerto mi abuela. Que quieres decir?, le pregunte de nuevo; Que se ha ido al cielo, y no la volveremos a ver más, me contesto.
Se ha muerto y no la volveremos a ver más…
No entendía nada, que significaba, muerto?…

Intente buscar una explicación en mi madre, inmersa en conversaciones de voz baja. A mi abuela, no le moleste por si se enfadaba, se moría, y los bocadillos de nocilla y la paga de los domingos desaparecían.

Y seguí jugando… entre el vino y el pan, y las palabras de los hombres, subía la algarabía.
La noche avanzaba como la afluencia del público, según su cauce…

Hace muy poco acompañe a mi amigo el mayor, en el peor momento de su vida; despidiendo a su amada.

Recordé el velatorio de su abuela, al despedirme y dirigirme al coche. Cada día, nos parecemos más a nuestros mayores.

El tiempo pasa… La vida se escapa, como arena de playa entre los dedos.
Despedimos a los nuestros, momentos de dolor inmenso.

Como echo de menos volver a ser un niño...