SIMPLEMENTE YO

EL UNO DE ABRIL DE MIL NOVECIENTOS SESENTA Y NUEVE EMPEZO TODO...



lunes, 24 de enero de 2011

El sueño me vencia, en brazos de mi madre

El frio de estos días, me recuerda a tiempos de chimenea, brasero y calor a la luz de la lumbre. Todos reunidos junto al fuego; la luz tenue de la bombilla solitaria, y los relatos de los padres, secundados por la mirada nostálgica de mis abuelos. Cosechas, trabajo duro, recuerdos de los que nos dejaron, y anécdotas de infancias pasadas.  En el pueblo “se pasaba mucha hambre, pero a tu padre no le faltaba un trozo de pan, y un buen chorizo”. Pues tu madre, replicaba mi padre;” se comía el trozo de chocolate la última, para darle envidia a su hermana Celia. Y al final acaban peleándose”.
En aquellos tiempos, solo existían dos cadenas de televisión, y en el pueblo solo se veía una. Las noches eran de encuentros de familia, amigos y vecinos. Café de calcetín, acompañado de brandy soberano, y la nieblilla del humo del cigarro.
El sueño me vencía, en brazos de mi madre, las voces se mezclaban con el crujir de la leña quemada. Entre ficción y  realidad, veía a mi abuela preparar el burro (artefacto que servía para calentar la cama). Las pinzas dentro del fuego posaban ascuas, en la caja metálica. El beso en la frente, iniciaba el traslado a la cama. Entre el frio del comedor desolado, y los sueños venideros, solo existía un escalón recto. La luz se apagaba. El colchón de lana, me engullía, las sabanas calientes me arropaban.
Y dormía…soñaba.
Andando me dirigía por el camino hacia el pozo tapiado por la trilla olvidada. De la tierra asomaba la cebada. Hielo, barro y piedras, apartaba del suelo con el palo en forma de espada.   No te acerques, me decían. Es peligroso, viven personajes sin nombre, almas que vagan de noche, dormitando por los rincones. Era la primera vez, que asomaba mi rebeldía. Ahora lo entiendo; era la forma más sutil de alejarme del encuentro con el eco traicionero.
El trayecto me llevo más de lo que imaginaba. Oscurecía. Pensé en darme la vuelta, pero ya era demasiado tarde. El murmullo de mis pasos, impedía que parase.  Las sombras deambulaban por el cigüeño de hierro templado.
La curiosidad de la edad, ese impulso irresistible por descubrir lo nunca visto, oído, me hizo asomarme por la rendija entre la madera incrustada de piedras cortantes, y el orificio de tierra, cemento y madera. Ahí estaba la mitad de mi Yo, asomado a la oscuridad impenetrable. El viento me empujaba junto a los sonidos estremecedores de las piedras arrojadas. Una fuerza desconocida me arrastraba.
 Caí, volaba, gritaba con voz apagada…
Desperté...
 Asome la cabeza por encima de las sabanas. La habitación en silencio. Por debajo de la puerta la luz filtrada. Estaba en casa, todo estaba tranquilo… fue un sueño, un mal sueño.
Aun al día de hoy, cuando doy un paseo hacia los pinos, me encuentro con el pozo, con mis miedos y pesadillas, y no tengo más remedio que dar un rodeo.