SIMPLEMENTE YO

EL UNO DE ABRIL DE MIL NOVECIENTOS SESENTA Y NUEVE EMPEZO TODO...



miércoles, 6 de febrero de 2013

Dentro de unos días, hará un año, que se fue...



Dentro de unos días, hará un año…
Se fue un día que Yo admiraba el atardecer del desierto. El sol se convirtió de repente en falso metal de aparente oro envejecido por el paso de los años; se desvanecieron las formas naturales de metal brillante, amarillo, pesado y maleable. Atrás quedo el peso profundo del vivo recuerdo de mi padre.

Llego al pueblo;
Es la salida, aflojo la marcha, paro. Bajo el volumen, y giro a la izquierda. Esta carretera es conocida, la llevo más de cuarenta años transitando. La indicación me marca el camino, freno y miro; Últimamente freno y miro a lo lejos, intentando verlo…



A veces lo veo sentado a medio metro de la pared blanca inmaculada. Esa pared blanca unida a la verja metálica  que abre y cierra el dolor, la nostalgia y el amor.
Observa cansado e impasible el paso del tiempo fumando su preciado cigarro. Sin prisa ni pose, sentando de una cierta forma desenfadada, mira al horizonte descubriendo las tres cruces, la iglesia, el camino hacia su casa.
El viento entrecorta el susurro de su voz en forma de melodía frágil, que acompaña con unos golpes en la rodilla. Su canción encierra lágrimas de autocompasión, temblor de angustia y palabras nunca dichas.  
Avanza la tarde y el cigarrillo en sus labios se va consumiendo. Se levanta al paso de las visitas que entran casi a hurtadillas en silencio, interrumpiendo el descanso de las almas, en parte por las lágrimas y en parte por los rezos. El zumbido tranquilizador del chasquido metálico, anuncia que se cierra a su espalda la verja.
 Enciende otro cigarro y vuelve a sentarse, dejando que a lo lejos por el camino de grava tras el árbol, las siluetas se pierdan de vista mientras cruzan la carretera.
 Se quedó luego fijamente mirando el cielo negro y brillante de estrellas. Probó de nuevo a recordar momentos felices, pero tampoco en esta ocasión lo consiguió. Los últimos meses, o  par de años, fueron agotadores de enfermedad y desanimo; Quien te vio, y en que te convertiste, se dijo. La sensación de abandono le estremecía rodeado de rostros conocidos. Fue la primera vez que entre tanto conocido, se sintió solo.

La impresión que tengo es que lo dejamos solo. Cumplimos con lo pactado; reunión familiar, duelo, despedida y entierro. Pero huía de la soledad, y las flores marchitas no podrán darle el calor que necesita.

Encaro el camino asfaltado en dirección a mi casa, recordando a mi padre, como entonaba esa melodía frágil acompañándose con unos golpes en las rodillas…









jueves, 4 de octubre de 2012

Guarde la foto en el cajón de la cómoda…una vez más.
Este retrato me lleva acompañando desde tiempos inmemoriales. Que tenía… igual siete, ocho años tal vez. Años de miedos, sueños y pesadillas que se guardan en la memoria para toda la vida.
Una mañana de estas, como tantas otras, me levanto de un sobresalto, y me miro al espejo. No soy el de la foto, me digo. Eres tu,( me dice el espejo), ya esta “el sueño”; pesadilla imborrable para recordártelo! Hubo un tiempo que dormía junto a una pequeña libreta y un lápiz con el fin de escribir lo que soñaba al despertar. Fue en vano, “el sueño”, dejo de aparecer, hasta hace un tiempo de esta parte…

Estoy abriendo la puerta de mi casa… solo tengo siete años, ocho tal vez…

Tener una llave de casa a esa edad, era un logro que ninguno de mis amigos había conseguido. Es curioso, solo tenia una llave, y era  de la puerta de entrada de casa, atada con un alambre. Si la puerta de entrada del patio estaba cerrada tenia que llamar a casa, o algún vecino para que me abriera. Igual no querían mis padres que supieran que tenia llave de casa, y algún desalmado intentara quitármela.  En aquel entonces, aun tenia que ir detrás de mi madre para que me hiciera los nudos de las zapatillas e intuyo que el nudo de la llave era bastante sencillo.  Ese día, como cualquier otro, subía los escalones saltando de dos en dos, hasta contar cuarenta y dos. El rellano estaba iluminado por los pocos rayos de luz que entraban por la ventana del patio de luces. Pulse el interruptor  de un salto; mi altura se media, por los chichones, moratones y heridas que tuviera en la cabeza. La esquina de la mesa del comedor y los picaportes de las puertas eran los causantes. Me dispuse a abrir  la puerta numero cinco, del patio cinco, de la calle Juan de Juanés…

El pasillo extrañamente era mas largo de lo habitual. Largo y oscuro, tan oscuro que el solitario plafón era incapaz de iluminarlo. Avanzaba con el cuerpo pegado a la pared, esforzándome en no prestar atención al eco de mis pisadas, sobre el suelo negro con manchas blancas. Cuantas veces he jugado a mirar fijamente las manchas del piso con las rodillas entumecidas y encontrar el parecido a formas como; caras de perro, un tenedor, la silueta de una persona…esta vez era incapaz de mirar al suelo.
Simplemente me daba miedo encontrar mi sombra…

Caminaba dirigiendo la mirada al único haz de luz reconocible al final del pasillo, junto a la entradita, que aun conserva mi madre en su casa. La luz asomaba  por la puerta de la habitación que Yo llamaba; la habitación de navidad. Plantado sobre mis pies, inmóvil, prestaba atención al sonido que procedía del fondo de la habitación. Le llamaba habitación de navidad, por que siempre estaba cerrada, sin muebles y solíamos utilizarla en navidad para colocar el belén.  Recuerdo que alguna vez que otra, tenia patatas en el suelo y una cepa de vid (hace unos días comentándolo con mi madre, se sorprendió de cómo  recuerdo  estos detalles, y me dice que las patatas eran por que iba a recogerlas para ganarse un dinerillo, y le daban algunos kilos. Y la cepa, era para poner el Belén en navidad, en mi pueblo tenían costumbre de poner el nacimiento en una cepa).
En condiciones normales, sino fuera un sueño, hubiera salido pitando. Pero como siempre pasa en los sueños que acaban en pesadillas, el peligro te atrapa…

De repente se abrió la puerta, y sus ojos permanecieron un instante clavados en mí…entonaba una cancioncilla navideña, mientras se bebía el anís que dejábamos junto a las zapatillas de estar por casa. Era un Rey mago, o el hombre del saco?
Vestía un abrigo marrón raído, y el pelo lo ocultaba tras la solapa y la corona de un oro envejecido. Me miro y se inclino agarrándome del brazo…
Me faje como pude y di la vuelta, en el momento que tropiezo, mientras caigo a un vació de penumbra…
Despierto!!
Mi corazón palpita en desconcierto, confusión y un terror indefinido…igual que cuando tenia siete años,ocho tal vez.

No se que es peor, volver a tener la pesadilla de tu infancia, o
O mirarte al espejo y no reconocerte con el paso de los años…


 

jueves, 19 de julio de 2012

Lecciones aprendidas en días difíciles….

Mi padre cansado de trabajar para otros, y mi madre de cuidar niños que no eran suyos, decidieron acometer uno de los proyectos más imperfectos de los que he conocido… Era el año 1983, en Palma de Mallorca, y se llamaba: Bar restaurante Gonzalvito.
 Un día entre semana fuimos a conocer el restaurante que traspasaban. Estaba a rebosar de gente, consumiendo tapas, cervezas, botellas de vino y gambas cocidas (es algo que me llamo la atención, todos, absolutamente todos, las comían y en grandes cantidades).
  El dueño comento a mis padres con aire de notoriedad,  que había sido árbitro de futbol, y que al retirarse había montado el restaurante. Quería volver a su tierra, Extremadura, y con el dolor de su corazón dejaba un negocio muy rentable… Era la oportunidad de nuestra vida, y con ayuda de la familia y con los pocos ahorros que teníamos, nos lo quedamos…
El Gonzalvito, estaba vestido de azulejos  a media altura y  suelo de gres, apliques de hierro forjado, adornado de  mesas y sillas de roble macizo. Halo de decoración rustica, rota por las maquinas tragaperras y de marcianitos. Disponía de dos alturas; en la parte de arriba,  una pequeña vivienda, de luz escasa, con tres habitaciones y un cuarto de baño.  
La ilusión nos desbordaba, o mejor dicho desbordaba a mis padres. Yo en plena pubertad, estaba a otras cosas. El acné, pasar el rato en un colegio de curas ausente de chicas y mi vespino gl, heredado de mi padre…
La realidad del negocio la conocimos al instante… abrimos y no entraba nadie. Era muy raro, y al preguntar en el supermercado justo  al lado, nos comentaron lo que sucedía. Este restaurante había estado mucho tiempo cerrado por drogas, y el dueño lo había abierto hacia un mes para poder traspasarlo. Un día organizo una fiesta para sus amigos, y además de comprarle gran cantidad de langostinos cocidos que estaban en oferta, les invitaron!!
Todo fue una burda mentira, y fuimos vilmente engañados…
Una mañana de sábado, mi madre subió exhausta. Me despertó, y me dijo; baja corriendo, que tu padre no está, y tienes que ayudarme…!! las ausencias de mi padre eran cada día mas habituales. Creo sinceramente que no encajo el golpe, y tenía la necesidad de aliviar la ansiedad y su falta de autoestima, ahogándose en algo más que una copa de vino.
Había bastante más gente de la habitual. Rodeo con sus manos mi cintura ajustando el delantal y me empujo al interior de la barra, mientras ella se perdía en los fogones…
Era la primera vez que trabajaba en serio. Miedo, pudor, inseguridad, y mi maldito acné, que me mortificaba. Al instante, un cliente entro, y apoyándose en la barra, me dijo;
-           hola, me pones un vermut!
 Nunca había oído esa palabra…!! V-E-R-M-U-T. Instintivamente me di la vuelta, y empecé a mirar todas las botellas que presidian las enormes estanterías de roble macizo,( como no podía ser de otra manera). El sudor me corría por la espalda, y repasé el nombre de la mayoría de ellas: Larios, Ballantine´s, Xoriguer, Centenario, Terry… En mi mente, empezaban a crecer las conjeturas: la aversión del cliente por mi desconocimiento iría creciendo, hasta montar en cólera. Era algo habitual, que el desconocimiento de una lección, fuera premiado en el colegio con un grito enojado y acto seguido, un reglazo en la palma de la mano.
Pero no fue así. Incluso pienso firmemente que este cliente anónimo ha sido una de las personas más importantes de mi vida.
Me preguntó que si no sabía lo que era un Vermut, y le conteste que no… que era la primera vez que me ponía detrás de la barra.  En ese mismo instante apareció en su rostro una sonrisa,  acompañada de la mirada perdida, hacia días de juventud ya pasados.
-          Mira, antes de nada, alegra esa cara, hombre!! Que para todo hay una primera vez… No me importa enseñarte, pero quiero que nunca olvides dos cosas…- asentí, muy aliviado.
-          Primero y muy importante: cuando atiendes, siempre, siempre, tienes que intentar hacer feliz a la gente...
-  y segunda, e igual de importante: que las cosas se hacen o se hacen bien
-  y tu como quieres hacerlas?  Yo  quiero hacerlas bien, por supuesto!!. Conteste al instante.
Esta persona, me enseño dos lecciones  que nunca olvidaré, y que siempre he intentado poner en práctica, y trasmitir a las personas que han estado a mí alrededor. Aprendí a poner un vermut, como dios manda, e incluso me enseño a poner un dry Martini, ya que era  coctelero profesional. La fama me precedió en todo el barrio ya que servía  los mejores Vermut,  con tan solo catorce años.
 Pero si algo no he olvidado de aquellos difíciles días, semanas y años del Gonzalvito, (similares a los que vivimos en estos momentos), es que por muy mal que se pongan las cosas, se lo que no debo hacer, y donde no tenemos que refugiarnos
 De cosas peores hemos salido!!

domingo, 1 de abril de 2012

El viaje que nunca existió

Todos los años, de un tiempo a esta parte, viajo a Marruecos junto a dos amigos.
Buscamos la calidez del abrazo de nuestro guía karim. Los dulces, el pan, el aceite y el tagin. Los amonites y los objetos convertidos en antigüedades. La luz rociada en las montañas, mientras el imán llama a oración en los pueblos de adobe; junto al bajo atlas.

Llevamos un día en Marruecos. Estamos en el valle del sacro.
Son las siete de la tarde, el paisaje es diáfano, dos tiendas de campaña rompen el orden en mitad de la nada.
Suena el teléfono… Fernando contesta; Quien? Javi. Si de parte de?…. Es tu hermano Toni… en ese momento lo supe… Mi padre había fallecido.

La carretera bordea las montañas de nieve, alumbradas por la luna menguante. Es el regreso de agonía severa y sentido de culpa, que Yo mismo me infringía y prolongaba.
La yema de mi dedo y el calor de mi cuerpo, alteraban la ventanilla impregnada de vahó y lagrimas; improvisada hoja donde escribía; “No tenia que haber venido… No tenia que haber venido…””

El sentido de culpabilidad aflora unido a lágrimas de impotencia. No podía ser, no tendría que estar tan lejos. Lo presentía….


Nos deslizamos como si fuéramos de viento… Mi acompañante enciende un cigarrillo tras otro. Absorto en la luz de unos focos, que señalan el camino infinito ausente de arcen, asfalto y trafico.

Son las doce de la medianoche; la parada es obligada… Suena de fondo un tema étnico; Unas delicadas y frágiles notas guían la melodía de la triste canción. Es tan delicada que igual que mis recuerdos tienen el peligro de desvanecerse y quedar en nada.
El establecimiento acoge personajes absortos entre el café y la televisión,  ajenos a la frustración y la pena. El chofer, me pregunta que quiero tomar… hace unas cinco horas que no cruzamos ni una  sola palabra… para El, el mayor respeto es el silencio.

Los kilómetros y las horas se trasforman en Tristeza, soledad y amargura.

Al fin, llego al principio… El aeropuerto de Marrakech.
Hoy es viernes o sábado?… la hora es lo de menos, esta cerrado… por delante varias horas, hasta coger el primer vuelo, hacia cualquier parte. No importa lo lejos que este el destino. Siempre estará más cerca, que este lugar donde empezó el viaje que nunca existió.

Últimamente sueño con ello...
 Me miro sentado en el hall del aeropuerto, solo muy solo, y me hago reproches. No puedo derramar una sola lágrima, aunque pase toda la noche llorando.

Sujetándome la confusa cabeza entre mis manos, subo al avión y regreso a Valencia. No soy hombre de excesiva suerte, salvo cuando vienen las desgracias; conseguí vuelo directo a casa.

La última vez que vi a mi padre con vida, fue al despedirme…le conté que me marchaba a Marruecos, como cada año. El abrió los ojos, y al no recibir respuesta, le pregunte: Papa sabes quien soy?… Me contesto: Emiliano.

La cordura me dice que tengo que rechazar la idea débil e insignificante,  de que mi presencia habría cambiado el destino. Acaso no es evidente?

Pero aun así, sigo diciéndome que tenía que haberlo sabido…












martes, 20 de diciembre de 2011

A medida que pasan los años, La vida es un constante proceso de perdida.

El coche fúnebre transporta a su “ocupante” hacia el lugar de descanso. El trayecto es diseñado, entre autos aparcados y arcenes de pavimento deteriorado. La familia, sequito en procesión,  acompaña el silencio sepulcral, roto por los sonidos de lo cotidiano. La tarde va entrando en el dominio del refugio, de tierra y bloque, dolor, y de llanto…
 El camino está ausente de inspiración, a poetas de cementerios. De viento sobre el prado o de hiedra a salvo bajo la sombra de olmos rugosos.
Mi abuela Alejandra, fue despedida en el camino imperfecto, de tráfico intenso y ruido de claxon.  Final tan alejado, a los diseñados en las novelas románticas leídas al final de la tarde.
Recuerdo entrar a la habitación y mirarme de reojo, unos instantes con mirada confusa, y volver más tarde a observar el paisaje por la ventana. La luz intensa, reflejada en la decoración superflua. El asilo mantiene la propuesta original, del caserón existente. Después de titubear me senté en una silla enfrente de ella. Era una silla tapizada y descolorida. Mi abuela siguió mis movimientos con la mirada al sentarme. El pelo corto, encanecido, bañado de escarcha. Las mejillas relucientes, y la frente marcada por arrugas profundas.
  Abuela, como esta. Sabe quién soy?  Soy el hijo de Andrés!
 Abuela, recuerdas las riñas por jugar en los suelos fregados. El despertar de las siestas en la portería, y quien me dio la noticia, de que tenía un hermano?
Allí, en el pequeño espacio reservado a su memoria, de casa deshabitada, obtuve la respuesta más repetida; una sonrisa ausente.    

A medida que pasan los años, La vida es un constante proceso de perdida.
Todo lo que aprecias va cayendo de tus manos como pétalos de una flor. Tus capacidades físicas, tus esperanzas, tus sueños, certezas y personas amadas. Todas esas cosas van desapareciendo una por una. Se despiden, se marchan o cierto día desaparecen de repente, sin previo aviso.
Pero los recuerdos, perduran...hasta que la luz se apaga.



viernes, 28 de octubre de 2011

La manera de nacer no se puede elegir, pero si la de morir

El hilo conductor de la infancia perdida se rompió, un 24 de enero de 1997...
 El enero se caracterizaba por fuertes heladas nocturnas y despertares de sueños invernales. Aletargado por el frio intenso realice mi camino rutinario. Un café caliente y recibir a los primeros clientes; acciones cotidianas. El teléfono sonó como cada mañana. Una voz de malas noticias, me comunicaba… la abuela se apaga, se apaga... Los clientes absortos por las noticias, y el humo de cigarros mañaneros, presencian mis lágrimas acompañadas de un gemido reprimido.
La manera de nacer no se puede elegir, pero si la de morir. Mi abuela María eligió morir, como vivió; en silencio. Se marcho, bajo el amparo del sueño invernal, entre cuatro paredes extrañas, una mañana de tristeza infinita.
Los recuerdos vienen a mi memoria, buscando  en los cajones de casa de mis padres, en las visitas a la comida caliente. Busco objetos de infancia, revistas de adolescencia, notas de clase y fotos que me dicen… ese tipo eres tú mismo.
 Hace poco encontré, el libro de familia de mi abuelo Atanasio; destartalado, con sello de municipio y precio oficial, de 6 pesetas. Ojearlo es trasportarte a días, fechas y tiempo de hechos acaecidos…
Leí…
 Matrimonio celebrado el día 28 de diciembre de mil novecientos veintinueve entre Atanasio González Navarro y María Martínez Navarro…  “según me cuentan el vestido de novia, se lo trajo mi abuelo de Tetuán, donde hizo el servicio militar”…
Descubro los nombres de mis tíos, no conocidos… Amparo, fallecida el día 3 de marzo de 1956 a la edad de 26 años…, Eusebio Mauricio, fallecido el día 23 de agosto del año 1934 a la edad de 2 años… y fechas de nacimiento de  conocidos.. Faustino, Agustín, Atanasio, Mauricio, Oliva (mi madre) y Celia Eufrasia, nombres de Santoral, hijos todos nacidos en Pozo Seco, provincia de Cuenca.
 El libro de la familia adornado por letras escritas de impoluta caligrafía, contiene instrucciones de juzgados y sellos de ministerios. Hojas de matrimonio, fallecimientos y declaraciones juradas. Una vida entera de amor, momentos felices, dolor y sufrimiento, todo ello en unas hojas marchitas, de papel envejecido.
Pero la tristeza me embarga, cuando paso las hojas, y a la tercera, descubro en letras mayúsculas sin corazón, el cuño contemporáneo.  Me  indica, el día y el lugar, donde perdí; el beso en la frente, el eterno consentimiento, y el calor del abrazo por manos pintadas de pecas…
Sumergido en los recuerdos que dejan el paso de los años,  lamento todo el tiempo, que no hubiera otro final… un beso, un adiós, un abrazo…
Mi abuela se marcho serena y tranquila.
En silencio, como ella eligió…



lunes, 17 de octubre de 2011

Como echo de menos ser un niño

La noche era festiva. Los mayores reunidos bajo la luz de las bombillas desnudas, y velas de llamas flotantes, murmuraban entre rezos y rosarios de hilos y cuentas.

Las sillas de estera, cojas por los guijarros apelmazados del porche, sucumbían por el peso de los hombres. Las mujeres al fondo, repetían oraciones y misterios, rodeando  una caja de madera pobre, adornado por un crucifijo de metal ocre.

Yo corría y jugaba sin que nadie me prestara la menor atención. De vez en cuando, divisaba la mirada amenazante de mi abuela.
Era demasiado tarde.

Mis amigos no jugaban, y vestían de domingo sin lustre. Sentados en un rincón apartado, me miraban con ojos fustrantes. Los abrían castigado pensaba. En una de aquellas me acerque sigilosamente, y al mayor de los tres le pregunte: que habéis hecho, estáis castigados??
Me miro entre incrédulo y alicaído, y dijo;
 No!! Se ha muerto mi abuela. Que quieres decir?, le pregunte de nuevo; Que se ha ido al cielo, y no la volveremos a ver más, me contesto.
Se ha muerto y no la volveremos a ver más…
No entendía nada, que significaba, muerto?…

Intente buscar una explicación en mi madre, inmersa en conversaciones de voz baja. A mi abuela, no le moleste por si se enfadaba, se moría, y los bocadillos de nocilla y la paga de los domingos desaparecían.

Y seguí jugando… entre el vino y el pan, y las palabras de los hombres, subía la algarabía.
La noche avanzaba como la afluencia del público, según su cauce…

Hace muy poco acompañe a mi amigo el mayor, en el peor momento de su vida; despidiendo a su amada.

Recordé el velatorio de su abuela, al despedirme y dirigirme al coche. Cada día, nos parecemos más a nuestros mayores.

El tiempo pasa… La vida se escapa, como arena de playa entre los dedos.
Despedimos a los nuestros, momentos de dolor inmenso.

Como echo de menos volver a ser un niño...